Me ocurre por primera vez a los 14 años en una clase de Formación Cívica, me ocurre por primera vez a los 9 años arriba de una higuera, me ocurre por primera vez a los 22 años mientras me recupero de un accidente de moto que casi me cuesta la vida, me ocurre por primera vez a los 18 años al cruzar una calle, me ocurre por primera vez a los 13 años luego de mi primera paja, me ocurre por primera vez a los 84 años segundos antes de morir, me ocurre por primera vez en este preciso instante, aún no ocurre, jamás ocurre.
Pero este descubrimiento ocurre siempre mucho después, si es que se puede hablar de después, si es que se puede hablar de mucho o poco después, si es que sólo se puede hablar secuencialmente, si es que se puede hablar, que el idioma no ayuda, no, el idioma no ayuda, no puede explicar lo que ocurre, sólo permite dar aproximaciones burdas, toscas, groseras, un pálido reflejo de un pálido reflejo de lo que ocurre, en realidad no veo al instante presente en sus múltiples variantes, no lo percibo en todas las posibles y sutiles diferencias que podrían darse, es otra cosa, es algo más potente, más inmediato, más visceral. No sé qué es o sé qué es pero no lo puedo explicar o lo puedo explicar pero no logro hacerlo comprensible porque no es comprensible, no es una experiencia que se pueda relacionar con otras pasadas ni con otras futuras, si es que se puede hablar de pasado, si es que se puede hablar de futuro. De cualquier manera, por lo general, ocurre en algún momento de mi vida. Al principio, si es que puede hablarse de principio, si es que puede hablarse de final, supuse que coincidía con alguna circunstancia decisiva, con esos "momentos-hitos", con el paso de la niñez a la pubertad, de la pubertad a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud, de la juventud a la madurez, de la madurez a la vejez, de la vejez a la posteridad, luego, si es que puede hablarse de luego, si es que puede uno siquiera suponer continuidad, descubro que poco importa el momento en que sucede, sólo sucede y listo, de repente una nueva dimensión se abre frente a mis ojos y comienzo a ver al instante presente en sus múltiples variantes, en todas las posibles y sutiles diferencias que podrían darse, la birome milímetros más a la izquierda, milímetros más a la derecha, palomas extra en la bandada, ligeros corrimientos al rubio del cabello de la chica con quien tropiezo, puntos de más (de menos) en mi herida, diferentes crujidos de la silla al romperse. Más tarde, si es que puede hablarse de más tarde, si es que puede suponerse sólo un antes y un después, descubro que no son las múltiples y sutiles variaciones del momento presente lo que veo, tan sólo las más inmediatas, las más cercanas y si uno se aleja puede percibir cambios y permutaciones aún más notables, más sorprendentes, más inusitadas.
De cualquier manera, adoptemos al verbo ver como el que mejor describe la situación, el que mejor se aproxima, y comienzo a ver, a ver el mundo que me rodea como quien mira un estereograma, como quien mira uno de esos dibujos que si uno se queda bizco o hernia el ojo dan sensación de tridimensionalidad, claro que en mí se da una sensación de tetradimensionalidad, empiezo a ver el atrás de las cosas, a distinguir todas las combinatorias posibles del momento, supongamos que me ocurre por primera vez a los 14 años en una clase de Formación Cívica, puedo tener el libro abierto o cerrado, en la mochila, en el pupitre, en la página correcta, en la incorrecta, la birome puede estar en mi mano, en mi boca, a la izquierda, a la derecha, un poco más a la derecha, en el piso, estoy peinado, menos peinado, despeinado, a punto de estornudar, con ganas de mear, sin ganas de mear, con sed, sin ella, aun con las lagañas sin lavar, escuchando al profesor, pensando en otra cosa, pensando en otra cosa diferente, con contractura, sin contractura, con hongos en los pies, sin hongos en los pies, todas y cada una de las posibles e innumerables minucias que hacen a nuestro instante presente, todos y cada uno de esos insignificantes y significantes detalles que constituyen nuestra vida segundo a segundo, todos y cada uno de ellos combinados, manteniendo todos constantes menos uno que varía, luego variar el segundo y volver a explorar todas las mutaciones del primero y así, las infinitas (nunca son infinitas) permutaciones que podemos hacer de nuestro momento actual, todo eso comienzo a percibir, a ver, a sentirlas transcurriendo, simultáneamente, al fin y al cabo, todas ocurren en el mismo instante de tiempo, si es que podemos hablar de instante de tiempo, si es que no podemos pensar una geometría de tiempo, con punto de tiempo, línea de tiempo, plano de tiempo, cuerpo de tiempo, entonces al decir un mismo instante de tiempo a lo mejor hablamos de todos aquellos puntos que comparten la misma x de tiempo pero no la misma y, no la misma z, no la misma q, no las mismas coordenadas exactas, aún desconozco cuántas son las necesarias para describir al tiempo, quizás infinitas (nunca son infinitas), seguramente muchas más que las necesarias para describir al espacio, muchísimas más.
Con el paso del tiempo, si es que podemos hablar del paso del tiempo, si es que no podemos hablar de nuestra travesía en el tiempo, descubro que puedo ver más allá del momento presente, veo todas las infinitas (nunca son infinitas) ramificaciones que cada una de las infinitas (nunca son infinitas) posibilidades presentes tienen latentes, el profesor me descubre sin el libro en el pupitre, el profesor me descubre con el libro cerrado, el profesor me descubre con el libro abierto en la página incorrecta, el profesor no me descubre, el profesor me pregunta, no me pregunta, contesto bien, contesto mal, mi respuesta hace que mi fama de traga se acreciente, no hace que mi fama de traga se acreciente, todos ignoraron mi respuesta, todos le prestaron atención pero no les importó, el profesor me pone un 10, un 9, un 8, un 7, un 6, un 5, un 4, un 3, un 2, un 1, un 0, no me califica, me califica conceptualmente, me hace pasar al frente, no me hace pasar al frente, alguien al fondo eructa y lo distrae, alguien al fondo se tira un pedo y lo distrae, me tiro un pedo y lo distraigo, nadie emite gases, nadie se distrae, estoy distraído, no estoy distraído, estoy soñando despierto, estoy pensando qué hacer el sábado, estoy atento e interesado en el concepto de monarquía representativa, no estoy interesado en lo absoluto, así, cada una de las infinitas (nunca son infinitas) ramificaciones de dan otras infinitas (nunca son infinitas) ramificaciones, y a todas puedo seguirlas, a todas puedo recorrerlas, a todas puedo explorarlas. Lamentablemente, la exploración es corta, el viaje dura poco, si es que podemos hablar de duración, y de un chicotazo vuelvo al instante presente, espacialmente tridimensional y temporalmente lineal.
Mucho tiempo después, si es que podemos hablar de que hay tiempo después, si es que podemos hablar de que hay tiempo antes, de que hay tiempo adelante, de que hay tiempo detrás, de que hay tiempo arriba, de que hay tiempo abajo, de que hay algo llamado tiempo, comienzo a dominar la técnica, comienzo a mantenerme más tiempo, si es que se puede hablar de más tiempo, explorando, puedo ir más lejos, si es que se puede hablar de distancia en el tiempo, puedo empezar a distinguir cuáles son las ramificaciones más importantes, las más valiosas, las que realmente marcan hitos en mi vida, o que construyen el camino al hito, o que simplemente ponen en juego cosas más importantes que mínimos, nimios, fútiles detalles, comienzo a detectar esos puntos de inflexión, de bifurcación, de decisión, si hago equis entonces ocurrirá jota que implicará cu y tendré que decidir entre hache o be, pero si hago equis prima pasará zeta, luego eme y tal vez ka, dependiendo si hace ene días hice erre o no, y esto es sólo un esquema simple, absurdamente simple, en realidad nunca hay que elegir sólo entre equis y equis prima sino entre equis, equis prima, equis dos prima, equis tres prima, equis cuatro prima, equis ene prima, infinitas (nunca son infinitas) equis entre las que hay que elegir, infinitas (nunca son infinitas) decisiones cada una con su cadena de consecuencias, las cuales también se ramifican, se dividen, dando otras infinitas (nunca son infinitas) cadenas que dan otras infinitas (nunca son infinitas) cadenas que dan otras infinitas (nunca son infinitas) cadenas, una maraña imposible de desenredar, de abarcar por una mente humana. Afortunadamente, el entrenamiento permite crearse un criterio, una capacidad discriminativa, un discernimiento, y entonces comienzo a saber distinguir cuál ramal es el más conveniente, cuál implica la decisión correcta, cuál me depara mejores resultados, quizás aún, si es que se puede hablar de aún, en esta fase no alcanzo a ir muy lejos hacia el futuro, horas, días, semanas, tal vez quincenas, más tarde, si es que se puede hablar de más tarde, llegaré a ir más allá, a realmente ver el futuro, a ver todos los futuros posibles y obrar a consecuencia, mucho más tarde, si es que se puede hablar de mucho más tarde, llegaré a ver también todos los pasados posibles y asimismo obrar a consecuencia, pero todavía, si es que se puede hablar de todavía, eso no ocurre, en esta fase sólo puedo avanzar un poco hacia el futuro, unas horas, dos días, explorar las posibilidades, y luego nuevamente el chicotazo que me trae al instante presente, espacialmente tridimensional y temporalmente lineal, en el que tengo que permanecer durante el lapso que estuve afuera, si es que se puede hablar de un afuera en el tiempo, si es que se puede decir que uno está dentro del tiempo, si es que realmente se puede hablar de todo esto.
Un mayor entrenamiento permite controlar el chicotazo, frenar antes, remontar la corriente, avanzar más, retroceder, cambiar de carril, detenerse en un instante de tiempo y quedarse allí por horas, si es que se puede hablar de horas en un estado en el que el tiempo no pasa sino en el que uno pasa por el tiempo, y así llega un día, si es que se puede hablar de un día, en el que ya no hay más chicotazo, ya no hay más vuelta atrás, ya puedo ir y volver por esta supravida casi a voluntad, decidir casi a gusto dónde bajar, cuándo subir. Y todo está afectado por la palabra casi sólo porque la navegación se detiene en el momento presente, en el punto de partida, no puede ir hacia el pasado, si es que se puede hablar de pasado, o si puede está condicionado por la memoria o algo que llamaremos memoria pero es sólo la hoja de ruta de nuestro viaje en el tiempo, una línea roja que recorre el mapa marcando qué ramales decidimos, voluntaria o involuntariamente, tomar, sólo este pasado puede ser explorado y luego, si es que se puede hablar de luego, el bendito chicotazo y vuelta al presente, a ir hacia adelante, hacia el futuro, si es que se puede hablar de un futuro que está sólo adelante, si es que se puede hablar de un pasado que está sólo atrás.
Hasta que, como era de esperarse, se desarrolla la habilidad de controlar el chicotazo desde el pasado y entonces sí, comienza este estado en el que ahora, si es que se puede hablar de ahora, me encuentro, viajando a gusto hacia el pasado y hacia el futuro, o hacia mi pasado y hacia mi futuro, porque mi concepción y mis infinitas (nunca son infinitas) muertes son los límites, no hay más allá que este enorme cono de tiempo, no puedo salirme de él. Tampoco hay necesidad de salirse de él, hay mucho, demasiado para explorar, puedo probar todas y cada unas de las posibilidades de mi vida, haber tenido la palabra justa en el momento justo, haber actuado cómo debía en el momento que debía, corregir los errores cometidos, evitar cometer nuevos errores, llegar al instante de mi muerte y volver atrás, huir, escapar, probar una nueva vida, variar algún detalle, variar algunos detalles, variar varios detalles, variar muchos detalles, variar todos los detalles, no variar ningún detalle, elegir saber de esta supravida, elegir no saber de esta supravida y vivir en la ignorancia, cometer errores, tomar decisiones equivocadas, tener aciertos, hacer lo correcto, hacer lo incorrecto, hasta que suena el despertador y entonces sí, volver a recordar esta supravida, este recorrido fluido y voluntario por el cono temporal de mi vida.
En mis recorridos llega un momento, si es que podemos hablar de momentos que llegan y no que uno llega a un momento, en el que me cruzo conmigo mismo, con otro yo que viene de otra parte de este cono del tiempo, a veces son varios, a veces son demasiados, a veces parecen muy extraños, como si fueran y no fueran yo, como si proviniesen de fuera y dentro del cono, y de hecho es así, no hace falta que ellos, que yo, me lo digan, una, varias, dimensiones se abren tarde o temprano, si es que se puede hablar de tarde, si es que se puede hablar de temprano, y lo que antes era un cono es un hipercono, un área multidimensional de tiempo que se cierra en mis infinitos (nunca son infinitos) nacimientos, en mis infinitas (nunca son infinitas) concepciones, las diferentes posibilidades de haber nacido un día antes, un año después, ser abortado, tener los mismos padres, no tener los mismos padres, tener sólo a uno de ellos constante y el otro variable, tener hermanos, no tener hermanos, ser mellizo, gemelo, siamés. Es en este momento, si es que se puede hablar de este momento, que descubro o confirmo algo que en realidad intuía desde el comienzo, si es que se puede hablar de comienzo, si es que se puede hablar de final, que los conos, que los hiperconos ajenos afectan nuestros conos, nuestros hiperconos, y viceversa, y viceversa de la viceversa, y viceversa de la viceversa de la viceversa, infinitas (nunca son infinitas) viceversas, una constante e inconmensurable red de reciprocidades, de influencias, de modificaciones.
El campo entonces se amplía y uno vive vidas diferentes, muy, muy, muy diferentes, realiza turismo en su propia existencia, va de safari hasta lo más extraño de su ser, pero siempre, si es que se puede hablar de siempre, la(s) muerte(s) es el límite, la frontera que uno no puede cruzar si es que quiere seguir supraviviendo su supravida, o que uno cree que no puede cruzar si es que quiere seguir supraviviendo su supravida, que quizás la muerte, lo que la gente, el lenguaje, la experiencia constreñida a una existencia espacialmente tridimensional y temporalmente lineal llaman muerte no sea otra cosa que esta supravida a la que yo accedí antes, si es que se puede hablar de antes, si es que se puede hablar de después en esta infinita (nunca es infinita) supravida.